Las pinturas de la serie vestigios, término que alude al modo de composición de las piezas,
están formadas por composiciones quebradas, compuestas por “restos” de lienzos recuperados y
transplantados para formar obras nuevas. Superficies generadas por cosidos, a modo de
injertos, que dan lugar a efectos de yuxtaposición y contraste entre planos de color que
conviven con grandes superficies de lienzo crudo. Con la intención de unir elementos de
plasticidad opuesta como pueden ser brochazos gestuales y grafismos de corte intuitivo con la
inexpresión del cosido. Reivindicando además este elemento preciosista y delicado de la
tradición feminina del bordado.
El uso reiterativo de los amarillos, blancos, negros y rojizos da unidad a la obra y facilita la
investigación en las formas al reducirse la gama cromática. La utilización de estos colores es
deudora del grabado japonés. La paleta cromática se ha ido abriendo con la incorporación de
nuevas gamas -rosas y magentas- y ha ido incorporando elementos que provienen del lenguaje
decorativo -puntos, estampados- que dotan a estas pinturas de nuevos registros de fuerte
sabor pop.